Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que siento
¿QUE
CUÁNTOS AÑOS TENGO?
Tengo
la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir
creciendo.
Tengo
los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos y las
ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo
los años en que el amor, a veces, es una loca llamarada, ansiosa de consumirse
en el fuego de una pasión deseada. Y otras un remanso de paz, como el atardecer
en la playa.
¿Qué
cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados,
las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas…
Valen
mucho más que eso.
¡Qué
importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!
Lo
que importa es la edad que siento.
Tengo
los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para
seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y
la fuerza de mis anhelos.
¿Qué
cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!
Tengo
los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.
José
Saramago
Cómo hemos cambiado,
¿verdad? Parece que fue ayer que teníamos 10 años menos o, incluso, que éramos
niños. El tiempo pasa y no te enteras.
Sin embargo, eres
perfectamente consciente de que no has dejado de aprovechar el paso de los años
y que acumulas un aprendizaje que te ha hecho perder el miedo a caer a un
abismo.
A veces resulta complicado darnos cuenta de esto y nos
invade la inseguridad, pero el paso del tiempo nos ofrece la templanza de saber
que lo mejor que podemos ofrecernos está en nosotros mismos.
Acumular juventud es
un arte
Sumar experiencias y saber
hace que nos sintamos más incómodos en un mundo que ya conocemos lo suficiente
como para amoldar sus rarezas a nosotros y no a la inversa.
Sin
embargo, no es el tiempo el que nos hace entender que los miedos merecen que
los miremos de frente. Son los daños, las experiencias que
acumulamos, aquellos que le dan la vuelta a nuestro mundo y desmantelan nuestra
vida.
Quizás
ese es el valor que nos queda otorgarle al paso de los años. Y
es que ya somos mayores para reafirmar nuestra identidad y saber posicionarnos,
aunque a veces nos topemos de frente con quien no entiende lo que esto
significa.
La edad nos ofrece la posibilidad de aprender de las
batallas perdidas y de los sentimientos encontrados de tal manera que logremos
abrazar el calendario junto a nuestro reloj.
El tiempo vivido
bien merece un suspiro
“Disfrutar del pasado es vivir dos veces”
Recrearse en los recuerdos
contribuye a serenar el estado de ánimo, a elevar nuestra autoestima y a
fortalecer nuestras relaciones. Digamos que, con el paso del tiempo, nuestros
anhelos son una fuente de equilibrio y bienestar psíquico que usamos para alimentarnos.
Aunque en ocasiones suframos
por ello, rememorar y sentir intensa y vívidamente esos recuerdos es una manera
de mantenernos en forma emocionalmente. Los suspiros de nostalgia nos tienden
un puente entre el pasado y el presente, lo cual nos ayuda a percibir la
continuidad de nuestro yo y ser conscientes de que compartimos muchas cualidades
con la persona que fuimos.
Es decir, haciendo memoria
alimentamos esa sensación de que el ayer y el hoy se funden en una conjunción perfecta entre experiencia y tiempo que da
como resultado una confianza característica en uno mismo. Manejar
ese séptimo sentido nos permite comprender que nuestra única tarea pendiente es
ser instructores de nuestra propia vida.
Esto trae consigo una mirada
experimentada que sabrá que tratar con cariño y comprensión a las generaciones
presentes y venideras significa cumplir con el propósito responsable de ser uno
mismo sin hacer daño a los demás.
Como alguien dijo una vez,
nuestro corazón tiene la edad de aquello que ama, por eso es indispensable que
nunca dejemos de crecer…
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