La Ley del Espejo, la regla “mágica” para solucionar nuestros problemas con los demás
La Ley
del Espejo nos plantea que el origen de nuestros sentimientos negativo hacia
una persona, está en nuestro “corazón” y no en la otra persona. O
sea que, lo que nos enseña esta ley, es que los sentimientos tienen su origen
en nuestro interior y es por eso que somos nosotros los responsable de manejar
creencias, ideas y malos pensamientos hacia los demás.
Porque el enfado,
habitualmente, es con uno mismo y no con el otro. Es decir, todo comienza y
todo termina en el sí mismo, pues es la proyección la que juega con nuestra
mente, como si nuestra realidad fuese un espejo que nos devolviese la imagen
que estamos generando.
Yoshinori Noguchi recrea en
su libro homónimo a esta ley, una bella
historia, emocionante hasta las lágrimas, que nos brinda la posibilidad de
asumir e integrar esta idea en la vida cotidiana.
Este autor nos sitúa delante
de un espejo para enfrentarnos con nuestro interior que es, en definitiva, el
que determina todo lo que nos sucede en la vida. Así es que,
como diría Jung, “Lo que niegas, te somete y lo que aceptas, te transforma”.
Lo que nos molesta
de los demás, es lo que nos negamos a nosotros
Debemos
someter a examen lo que nos molesta de los demás.
¿Por qué nos incomodan los comentarios de nuestro hermano en las comidas
familiares? ¿Por qué no somos capaces de razonar cuando tenemos a nuestra
cuñada delante? ¿Por qué no podemos aguantar que no nos apoyen cuando lo
deseamos?
Para analizar esto es bueno
que hagamos una lista con todas las cosas que nos molestan de las personas que
nos rodean. Probablemente nos demos cuenta de que hay valores que nosotros
también estemos menospreciando; es decir, probablemente nos demos cuenta de que
hay cosas que nosotros también hacemos mal.
De alguna manera debemos
plantearnos algo así como: ¿por qué no reaccionamos ante una situación de la
misma forma con todo el mundo? ¿Por qué un simple y seco “hola” nos irrita de unas personas y no nos
provoca reacción alguna si lo pronuncian otras? La respuesta es simple: no guardamos lo mismo hacia
unas personas que hacia otras.
Por eso, el siguiente paso
es que hagamos una lista sobre aquello que tenemos que agradecer a esas
personas que siempre nos incomodan (probablemente algo habrá hecho por nosotros
o por alguien a quien apreciamos).
Sabremos que nos hemos liberado cuando lo que tanto nos
incomodaba del otro deje de molestarnos y la experiencia que nos generaba
sufrimiento deja de repetirse.
No existen límites
temporales para la realización de esta lista; es decir, tenemos que tomarnos el
tiempo que haga falta para examinar cuántas de esas características que nos
incomodan de la otra persona, están también en nosotros. Cuando acabemos, está
bien que realicemos otra lista exponiendo aquellas cuestiones sobre las que nos
gustaría pedirle perdón.
Puede que nos cueste y que, al terminar, creamos que hemos
generado una lista forzada de pequeños detalles sin importancia. Sin embargo,
este costoso gesto nos servirá para darnos cuenta de que en alguna ocasión nuestra
mirada ha sido hostil, que otras veces le hemos hablado en tono cortante o que
hemos criticado a sus espaldas algo que no nos correspondía.
El último y más valiente
paso es ponernos en contacto con esa persona mediante una llamada, una carta o
cara a cara. Le tendremos que dar las gracias por los motivos que hemos
apuntado en la primera lista y, de seguido, pasaremos a pedirle perdón por las
cosas que estén apuntadas en la segunda lista.
Este es un paso tan difícil que probablemente lo
creamos inviable, más que nada porque sentimos que mantener la distancia es cuestión de salud
mental. Sin embargo debemos plantearnos si queremos eliminar ese dolor o nos
compensa mantener el orgullo como forma de vida.
Si queremos superar esto y
dar todo de nosotros para sanar el rencor, entonces el contacto debe ser
directo. Sin embargo, si no lo contemplamos como opción, una forma menos
radical es escribir una carta que no enviaremos, de tal forma que esto nos
permita liberar el desencuentro emocional que albergamos en nuestra mochila.
Sea como sea, conocer
la ley del espejo nos ayuda a ser precavidos y a procurar no alimentar el
rencor y los malos sentimientos de ahora en adelante. No
debemos olvidar que proyectamos lo que llevamos dentro, por lo que cada cosa
que veamos en los otros, probablemente dirá más de nosotros mismos que de los
demás.
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