PARA ABANDONAR A UN NIÑO NO HACE FALTA DEJARLO...
El ser humano nace en estado de absoluta inmadurez,
requiere de cuidados especiales y personales para poder permanecer vivo.
Generalmente esto le es brindado por la misma persona que lo tuvo alojado en su
cuerpo durante los nueve meses de la gestación, su progenitora.
De la madre dependerá totalmente, ya que la
decodificación de los signos y señales, en demanda de satisfacción de sus necesidades
básicas, será la clave para su supervivencia.
La madre del bebé, es la primera fuente de placer y
también de sufrimiento. De la calidad de sus cuidados en los primeros tiempos
de su existencia, dependerá su salud física y mental y las perspectivas de su
socialización futura.
Un niño abandonado será un niño sin pasado. El acto de
reconocimiento como hijo propio al recién nacido, está determinado por la
historia de esa mujer con el padre de ese niño y con su propia biografía, sobre
todo con su situación como hija, por lo que la crianza del niño sus primeros
años de vida, será fundamental, y lamentablemente, hoy día observamos de manera
cruel, como muchos niños son abandonados, aún estando en la compañía y cuidados
de sus propios padres.
Es necesario esclarecer un concepto en vinculación con
este tema: deseo de maternidad o de embarazo, no es lo mismo que deseo de un
hijo. Muchos embarazos se agotan en sí mismos, como una necesidad especular con
su propia madre (ser madre como su madre). Este deseo de ser madre solo porque
lo fueron con ella, resulta catastrófico para el niño, pues estas mujeres no
poseen capacidad de aceptar lo nuevo, a tal punto que el nacimiento, como
proceso que exige reconocer al recién nacido como alguien nuevo, es vivido por
ellas como mortal.
El deseo de un hijo en una mujer, es el deseo con ese
hombre que también lo gestó psíquicamente con su propio deseo, lo cual implica
el reconocimiento de las necesidades de padre y de madre de ese niño, quien
para poder humanizarse requiere de una vida en triangulación.
En la actualidad, frente a una humanidad que suele verse
pérdida, que ha generado prejuicios en torno a la maternidad, al número de
hijos, a la edad de los padres y a la sana y natural inquietud de los niños,
observamos como el abandono de nuestros niños, se ha convertido en una actitud
no solo normal, sino plenamente justificada.
Frente al inmenso dolor del abandono, felizmente existe
lo impredecible en el devenir del sujeto y si bien hay probabilidades pero no
certezas, el psiquismo humano tiene el poder de la metabolización,
renegociación y transformación reparadora, que en muchos casos suele sorprender
gratamente, enalteciendo la virtud de ese niño abandonado.
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